sábado, 27 de mayo de 2017

LA POLÍTICA Y LA MODA

La década de los 90, en la Argentina, estuvo signada por la banalización de la política. Si bien, ya en sus albores, el peronismo, por azar, por conveniencia, quizás por amor, o un poco por cada una de estas cosas, juntó espectáculo, deporte, etc, con política, (Evita, Gatica, y varios etcéteras) esto con Carlos Saúl se exacerbó ad náuseam. Gente proveniente del espectáculo o del deporte, en la mayoría de los casos sin un minuto de militancia, transformados en gobernadores, legisladores, intendentes o concejales, con el sólo mérito de ser conocidos. Con el agregado de episodios en los que algunas mujeres "del espectáculo" transitaban con el pelo mojado por los pasillos de la casa rosada vecinos a las habitaciones que usaba el sultán.
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Eran tiempos en los que Yosihiro Francis Fukuyama, ese japonés nacido en Chicago, con más apego por el pragmatismo que por la verdad, vaticinaba la muerte de las ideologías. El menemismo le hacía eco y, para reafirmar esta "muerte", aseguraba no tener ideología y se sustentaba en el carisma del entonces Presidente y en la distracción y permanente recreo chabacano y de corte campechano y aparentemente simpático, propuestos y practicados por éste (pizza con champán) mientras su Gobierno ejecutaba un gigantesco ajuste que caía sobre las espaldas de los argentinos con una fuerza inversamente proporcional a su riqueza, como siempre. ¿Se entendió? Si,... que los pobres sufrían el ajuste y los ricos no.  
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Hoy, si bien la banalidad continúa presente (importan más los vestidos de Juliana y de Máxima que la relación Argentina-Holanda, lo mismo con Ivanka o con toda esposa de un Presidente que se cruce, sea de China o de las Islas Vírgenes) y el ajuste ya puede considerarse uno de los más importantes, por no decir salvajes, de la historia argentina, los tiempos están marcados por la moda. Primero en el vocabulario, luego en los hechos.
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La habilidad de los poderosos ha logrado que cualquiera descalifique lo que fuere, por el sólo hecho de catalogarla como antigua. Cualquier concepto, obedeciendo en casi todos los casos al pensamiento y a los intereses de las clases dominantes, por supuesto, de pronto pasa a ser ley, por imperio de "la moda".
Por ejemplo: Se tomó a Fukuyama como a un Dios y hablar de ideologías es antiguo. Sin importar que ideología provenga de idea y que las ideas (inherentes al ser humano) sólo morirán cuando no haya un solo humano vivo.
Más ejemplos:
Decir "la causa del PRO", "las banderas del PRO", es tomado como un anacronismo. Mucho mas "cool" es "los objetivos del PRO". Obviamente, la idea es despolitizar.
Hablar de "lucha de clases" pasó a ser antiguo. No está de moda. Por supuesto que sigue habiendo, acá y en casi todo el mundo, pobres y ricos (clases) y los intereses de los pobres casi siempre son antagónicos a los de los ricos. Pero no importa. Al desconocer esto, el Estado no hace nada, no interviene para evitar que un sector de la sociedad (una clase) someta a otro.
Exigir paritarias es "fachista". En el mundo hace tiempo que "pasaron de moda" y los acuerdos se hacen fábrica por fábrica. ¡Ni hablar de paro general! ¡Qué antigüedad! Es con estos argumentos que el Estado se ausenta. Pero resulta que hay empresarios muy poderosos cuya fuerza equivale a la de un millón de trabajadores. ¿Qué hace la paritaria entonces? Pone de un lado a esos empresarios y del otro al millón de trabajadores. De esa manera, las fuerzas son parejas, o sea, están a la par, o sea, son paritarias. Y el Estado, tiene que ser árbitro de esas paritarias. Y, cuando el empleador es el Estado, deberán surgir los resortes legislativo y judicial, para evitar que el Ejecutivo sea juez y parte de la negociación salarial. Está todo pensado, y bastante bien pensado. Sin embargo, el Poder Ejecutivo Nacional interviene donde no tiene que intervenir, queriendo ponerle injustos techos a las paritarias entre privados en base a un cálculo mentiroso de inflación anual proyectada y no interviene, donde tiene que intervenir, (por ser parte) negándose a acatar las normas y a fijar las paritarias marco con los docentes estatales. La idea es disciplinar a estos y a todos los trabajadores estatales, descontarles los días de paro aunque este no haya sido declarado ilegal, aumentarles mucho menos que lo razonable, amenazarlos con la quita de la estabilidad laboral y con la espada de Damocles del despido, que en decenas de miles de casos pasó de amenaza a realidad, etc. Y una política que es correlato de esto, es la aplicada por la PRO provincia de Buenos Aires con sus empleados docentes.
Hay muchos más ejemplos pero, con estos alcanza.
Lo que debe comprenderse es la gravedad de esta cuestión. Si se quiere matar a alguien, un modo de comenzar a hacerlo es dejar de nombrarlo. Cuando se arrasa con el diccionario, cuando se somete la política y el idioma a la moda, cuando antes de hacer tal o cual cosa se piensa si esto es "moderno" o no, antes de si es correcto o no lo es, cuando, lisa y llanamente, se cambia la política por la moda, todo se desvirtúa. Volviendo al comienzo de este párrafo, cuando se quiere cercenar un derecho, lo mejor es ni nombrarlo. Decretarlo caduco,... "pasado de moda".
Eso es lo grave. 
Y mucha gente, que compra el tentador discurso de la modernidad, no advierte el trasfondo, la trampa.
Programas con formato de chimenteros y conducidos por cualquier cacatúa que sueña con la pinta de Carlos Gardel, abordan la política con una liviandad y un desconocimiento alarmantes y "ponen de moda" a tal o cual político.
El vocablo "inmarcesible" dejó de usarse con frecuencia, pasó a ser antiguo, y pocos sabemos que significa "que no se marchita". Esto no fue premeditado, simplemente sucedió. Pero hay otros vocablos y giros idiomáticos, que en muchos casos nombran derechos, que se están matando o intentando matar. Y con ellos, acabarán muriendo esos derechos, siempre de las mayorías, por supuesto. "Pasarán de moda", para conveniencia de las minorías, que siempre están en el poder aunque la democracia suponga lo contrario. 
ESTÁ CLARO QUE ESTO ES PARTE DE UN PLAN DE GOBIERNO PERVERSO. 
LA BANALIDAD, LA MODA, LA LIVIANDAD Y LA DESPOLITIZACIÓN, SON UN SELLO DEL MACRISMO Y DE SUS SEGUIDORES Y ACÓLITOS. Y DE MACRI. 

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