viernes, 18 de julio de 2014

ECOS DEL MUNDIAL



Terminó el mundial. O, para decirlo mejor, los alemanes terminaron con nosotros. Y, una vez más, la realidad le pegó un cachetazo a nuestros sueños. Si nos circunscribimos al fútbol no sería dramático ni tan doloroso, más allá de la comprensible pasión que genera el deporte número uno del país. Si ampliamos el horizonte del análisis las cosas cambian.
Se dice, y con razón, que aceptar la realidad es el primer paso que hay que dar si se pretende cambiarla. Entonces, me pregunto: La Argentina es un país del primer mundo? La respuesta es no. Por ende, no se debería pretender estar en los primeros lugares de cualquier disciplina si en el concierto de las naciones no estamos en un sitio de privilegio. Cualquier argentino que se destaque a nivel mundial será una saludable excepción y no la regla.
El mundo está organizado del modo que impone el modelo vigente desde hace muchísimos años, conocido como capitalismo. En el capitalismo no está contemplada la igualdad. Hay personas pobres y personas ricas, mas toda la escala intermedia que se quiera. Y también hay ciudades pobres y ciudades ricas, provincias y regiones pobres y provincias y regiones ricas y, por supuesto, países pobres y países ricos.
La lógica consecuencia de esto es que hay una salud, una educación, un trabajo o actividad, una vivienda, una alimentación, un modo de transportarse, un acceso a gustos y lujos, etc. muy distintos, según la clase social a la que se pertenezca y según el país del que hablemos. O sea, hay una vida para ricos y otra, muy distinta, para pobres.
Pero esto no termina acá. Creer que podemos tener políticos de primer mundo, o dirigentes deportivos de primer mundo, es creer mucho. Y, dadas las reglas de juego planetarias actuales, si no los tenemos, va a ser muy difícil revertir la actual situación del país, mucho mas complicada, por supuesto, en lo político y en lo social, que en lo deportivo.
En verdad, lo ideal sería que no hubiese primer mundo. Que cada país, con su idiosincrasia y sus particularidades, pudiera desarrollarse y crecer normalmente sin que otro país lo sojuzgue. Que cada persona que habita el planeta, con su idiosincrasia y sus particularidades, pudiera desarrollarse y crecer normalmente sin que otra persona la sojuzgue.
Pero, para que esto suceda, es necesario que el mundo advierta que el sistema que eligió y elige cada vez que vota, perjudica a una enorme mayoría. O, al menos, que sea esa enorme mayoría la que lo advierta, de manera que deje de comprarle un nuevo látigo al amo cada vez que introduce su voto en la urna. Y también sería preciso que hubiera mas dirigentes políticos que planteen estas cuestiones, cosa que está lejos de suceder ya que hoy, en el mejor de los casos, solo se propone cobrarles un uno por ciento mas de impuestos a los ricos. Nadie dice que no debe haber ricos. Nadie, de la clase política que dirige los destinos de nuestro país, hace algo para que no haya ricos. No hay en el Congreso Nacional ni un solo proyecto en tal sentido. Nadie está interesado en cambiar el sistema.
Perdón futboleros, vuelvo al fútbol. Aunque, entiéndanme, nunca me aparté de el.
En el mundial de 1.974, jugado en la entonces Alemania Federal entre 16 países, se enfrentaron, en uno de los partidos, Alemania Democrática y la Argentina. Tras un rechazo altísimo y con efecto de un jugador alemán, la pelota revoleada, (mas que pelota era un ladrillo) fue a dar donde estaba el argentino Carlos Babington. El 10 de nuestra selección la acolchonó en su empeine izquierdo y, justo cuando venían con la fuerza y la velocidad que siempre caracterizó a los alemanes, dos adversarios a disputarle la pelota, no conforme con haberla dormido, sin que se le cayera del empeine, giró, le dio la espalda a sus rivales que chocaron entre si, salió jugando, y generó el aplauso de todo el estadio, lleno de hinchas locales, por supuesto. Sin embargo, en ese mundial, Argentina quedó ubicada en una modestísima novena posición entre, reitero, nada más que dieciséis países.
Siempre hemos tenido individualidades de jerarquía en el fútbol. O sea, siempre hemos tenido lo mas difícil de conseguir, lo mas preciado. Con más garra, con menos, con más velocidad, con menos, pero talento hubo, hay y habrá.  
Sucede que las posibilidades no son las mismas para todos.
Cuan distinto sería si todas las monedas del mundo tuviesen igual valor, si todos los salarios del mundo, incluidos los de los jugadores de fútbol, fuesen iguales. No habría razones para emigrar. Los colombianos jugarían en Colombia, los uruguayos en Uruguay y nosotros acá. Por lo tanto, se conocerían mejor entre si al compartir la misma liga y, en varios casos, el mismo equipo. O sea que les costaría muchísimo menos que ahora jugar en equipo. Y no estoy inventando nada. Así lo hizo Alemania en este mundial, con casi todos los integrantes de su selección jugando en su país y muchos en el mismo equipo. Así lo hizo Argentina en el 78, cuando aún la “globalización”, eufemismo de esclavización globalizada, no nos había alcanzado para reservarnos la peor parte. Además, se jugaría por amor a la camiseta, con lo cual se reduciría lo que hoy está tan de moda, la “presión”, el estrés, que termina mandando al diván a técnicos y jugadores. Por favor!!!...
(No quiero minimizar ni desdeñar la importancia de la sicología y mas en una actividad que, cada fin de semana arroja como resultados victorias y derrotas, lo que supone una frustración. Solo estoy diciendo que cada jugador, cada hincha, cada dirigente, etc. debe colocar al fútbol en el lugar que le corresponde, que no es ni debe ser el primero. La vida está cargada de cosas más importantes que el fútbol, inclusive para los futbolistas. Si esto es comprendido y aprehendido por cada jugador, y también por cada hincha, les-nos costará mucho menos aceptar la derrota, ya que, en este deporte, aun siendo el mejor jugador del mundo, la derrota es algo posible y frecuente. Pero si esta logra desdramatizarse y no nos hace perder la lucidez, nos servirá, como en cualquier otro ámbito de nuestras vidas, como enseñanza para no repetir errores o para mejorar algo de lo que no hicimos bien. Y no tomárselo tan a pecho no significa perder actitud al momento de practicar el deporte. Que no se malinterprete. La idea es poner las cosas en su lugar.
Personalmente creo que el fútbol tiene como requisitos, para ser bien practicado, unas pocas cosas. Primero la técnica, o sea la capacidad de cada jugador para dominar el balón, lo que va acompañado por el criterio de este para jugarlo de la manera que mas convenga al equipo según la situación que se presente coyunturalmente cuando lo recibe. Segundo la preparación física de cada jugador, la que está a cargo del preparador físico y de los médicos. Tercero la táctica, que no es otra cosa que la elección de las piezas que van a participar del juego o, dicho de otra forma, quienes serán los 11 titulares y quienes los suplentes, y en que momento es conveniente cambiar alguna pieza. Cuarto la estrategia que consiste en como se van a mover esas piezas en el campo de juego, si 4 4 2, si 4 3 3, si 5 3 1 1, etc. (esto que, equivocadamente, todos los periodistas deportivos llaman táctica). Estos dos últimos ítems están a cargo del D. T. Y, recién en el quinto lugar, lo sicológico, si hace falta, ya que, como en cualquier otra actividad en la vida de un ser humano, se puede requerir de la asistencia de un sicólogo o no. Esto dependerá de la psique de cada persona.
Siguiendo con las hipótesis. Cuan distinto sería si tuviésemos dirigentes deportivos serios, ya que habría campeonatos serios, que privilegiasen al jugador por sobre el negocio. Es decir, no los forzaríamos a jugar un partido cada tres días para recaudar más. (Esto también sucede en Europa, con el consiguiente perjuicio para el deporte. Falcao, Ribery, Reus, etc. rotos antes de iniciar el mundial.) Y les daríamos cuatro meses de descanso a los campeonatos antes de cada mundial para que los jugadores pudieran llegar a esa máxima competencia en óptimas condiciones. Y tendríamos un centro de alto rendimiento deportivo en cada ciudad importante, ocupando todas las provincias. Y cada deportista vendría bien alimentado desde la cuna, lo que le permitiría pensar mejor y tener más fuerza y elasticidad. Así podría dar lo mejor de sí.
Y, sumado a esto, quiero resaltar que, si se hiciera una encuesta entre los simpatizantes de este deporte que no tienen intereses económicos puestos en el, nueve de cada diez, si nos dieran a elegir, optaríamos por que este sea eso, un deporte, un juego, y no un “espectáculo” y un negocio, ya que así podría conservarse la esencia del mismo. Competir por el placer de competir y no por el dinero que lo pudre todo. Experimentar el enorme placer de hacer la gambeta que logra el cometido de engañar al adversario… Disfrutar de uno de los juegos o deportes más lindos del mundo y no sufrir cuando se lo practica. (Si a la mayoría le gustaría que fuese así porqué esto no sucede, es una pregunta que todos deberíamos contestarnos. Desde el hincha que alienta desde el tablón o la platea hasta el dirigente de cualquier clubcito de barrio o del Real Madrid, pasando por los papás que llevan a su hijo de 8 años a practicar el deporte).
Todo lo enumerado en el párrafo anterior, previamente al texto entre paréntesis que me pareció pertinente incluir, tendría como resultado futbolistas capaces de correr mas y mejor los partidos, lo que no es sencillo pero, aunque no lo parezca, es lo mas fácil de este deporte. Lo más difícil, lo que a los europeos les viene costando años conseguir y aun no lo han logrado totalmente, me refiero al dominio de la pelota y a la capacidad, picardía y sagacidad para dejar desairado al rival, en Argentina lo tenemos, aunque, lamentablemente, lo hemos aprovechado bastante poco a lo largo de la historia.
Es por todo esto que lo de Kempes y los que lo acompañaron, en el 78 y lo de Maradona y los que lo acompañaron, en el 86, tiene ribetes de hazaña. Porque Argentina nunca fue un país de primer mundo. Llegar a ser los mejores del planeta a pesar de ese contrapeso tiene un mérito de una dimensión incalculable. Pero fueron excepciones. Lo usual es lo que sucedió en este mundial, y en todos los demás.
Yo podría decir que el mejor nivel de Messi pasó hace dos años, decir que, así como en la final del 90 también contra los alemanes, a Maradona, cuyo mejor nivel tuvo lugar en el 86, le faltaron los piques de Caniggia por la mano del pájaro en la semifinal, en 2.014 a Messi le faltaron los de Di María por su desgarro en cuartos, o sea que los teutones tienen, al enfrentarse con nosotros, una particular fortuna, podría decir que si estaba Tevez quizás no perdíamos, que el mejor suplente que podía tener Higuaín se llama Ignacio Scocco y no fue convocado, que Sabella no es conciente de la materia prima que sale de la Argentina y prefiere ganar todos los partidos por un gol, como de hecho sucedió, especulando al punto de estar al borde de ser calificado de timorato, que el partido con Alemania era para un empate, que peor le fue a Brasil, que si entraba la de Palacio por encima del arquero, o si la de Messi a cinco centímetros del palo, o la que tuvo Higuaín y se apuró como un principiante, que si Agüero no hubiese estado lesionado, etc. Y todo eso es cierto.
Pero si nos quedamos en eso, nos quedamos cortos. Las cosas son mucho mas profundas. Los porqué tienen otros componentes y condimentos. Es casi un deber elevar el nivel del análisis ya que solo de esa forma encontraremos las verdaderas causas del resultado obtenido en el mundial. Que no es un fracaso, pero que no es para festejar. Si ya se salió campeón en dos oportunidades, del título para abajo no se festeja nada. La historia así lo impone. Y los que no habían nacido cuando ganamos el último campeonato, a embromarse. No nos hagan avergonzar. En la estadística, a pesar de todo, estamos cuartos detrás de Brasil, Alemania e Italia. Es decir que, en fútbol, contradiciendo la lógica, somos grandes, así que no corresponde el festejo. Celebrar segundos puestos es de chicos.
Yo festejaría si la Argentina pudiera desarrollarse sin trabas, sin políticos mediocres, expertos nada mas que en posibilismo, o corruptos, sin dirigentes deportivos que revenden entradas en el mundial, sin fondos buitres, sin multinacionales que se llevan nuestro esfuerzo, sin patrones explotadores, y la lista podría seguir ad infinitum.
Yo festejaría, ya que, sin todo eso, sería más probable que se dieran las condiciones para que seamos campeones en salud, en educación, en trabajo, en vivienda, en cultura, en seguridad, en honestidad, en solidaridad. Y más festejaría si esos campeonatos son compartidos con todos los países del orbe. Pero un campeonato en el que todos obtengamos todos los puntos, lo máximo, la excelencia. Que no otra cosa merecen estos ítems. Que no otra cosa merece el humano.
Pero deberíamos hacer algo para que desaparezca de la faz de la tierra la puta madre de todos los problemas que nos acucian, que se llama capitalismo. Sin el no habría un empresario inglés asociado a la F.I.F.A. preso por corrupción en la venta de entradas. No habría árbitros decidiendo quien es el campeón, (no ocurrió en este mundial pero hay muchísimos ejemplos en competiciones anteriores). No sucedería la locura que supone que una malla de nado del competidor que está en el andarivel 6 cueste 10 veces mas que la del nadador del andarivel 7, que igual diferencia haya entre botes de la misma categoría. Estoy hablando de los últimos juegos olímpicos. Qué papel juega el Comité olímpico internacional? Si en su estatuto hay más de un artículo orientado a garantizar la igualdad entre los competidores. En el capitalismo hay algunos pocos que son más iguales que el resto…
Y ya que mencioné a la F.I.F.A. en el párrafo anterior, quiero abrir un paréntesis: estos muchachos que otorgan los premios, ¿vieron todos los partidos? A Neymar lo sacó del campeonato rompiéndole la columna con su rodilla Camilo Zúñiga, jugador de la selección de Colombia, y el premio al juego limpio se lo llevó la selección de Colombia. Messi, por si hacía falta, volvió a demostrar que es uno de los que mas idea tiene de cómo se juega a esto. Sabe de gambetas, de cambios de ritmo, de pases filtrados, de control y dominio de la pelota, etc., etc. Pero, en este mundial, a pesar de haber mostrado todo eso, logró jugar más o menos bien solo en los tres primeros partidos y contra los rivales de menor jerarquía. En 8vos, 4tos, semi y final, alguna gambeta, solo dos pases gol, (uno gol de Di María, otro pifia de Maxi Rodríguez), y nada más. Ni un gol. Mascherano, en cambio, tuvo todos partidos de 7 puntos para arriba, siendo además responsable de que Argentina llegara a la final ya que, en la semifinal con Holanda, de 1 a 10 puntos, jugó para 11. No es delantero, es cierto, y la F.I.F.A. casi siempre elige delanteros porque parece que lucieran más. Pero también hubo delanteros que mostraron un altísimo nivel. El holandés Arjen Robben y el colombiano James Rodríguez, este último a pesar de no jugar los siete partidos, fueron autores de los mas bellos goles de este mundial y de las mejores jugadas. Para ser generoso con Lionel Messi, creo que, cuanto menos, estuvieron un punto por encima del rosarino. Sin embargo, el balón de oro se lo llevó Lío. Premio al mejor jugador joven, el frances Paul Pocbá. Mario Gotze, determinante para su equipo nada menos que en la final, convirtiendo el único gol, (golazo además) del partido que le dio el título de campeón a su selección, no siendo este el único gol que convirtió en el campeonato, y jugando mas que bien cada vez que el D:T: lo puso en la cancha, si no estoy equivocado, tiene nada mas que 21 años… Pocbá jugó bien, es cierto, pero estuvo muy lejos del habilidoso zurdo germano. Y, del equipo ideal, mejor ni hablar… Acá debería cerrar el paréntesis pero, siguiendo con la F. I. F. A., ya que tanto les gusta a estos muchachos hacer negocios y producir enormes ganancias, ¿por qué no se les ocurrió hacer participar a todos los países asociados, que son más de 200, de modo directo en el mundial? La primera fase dividiéndolos en 32 grupos de unos 6 o 7 equipos cada uno, todos contra todos, clasificando a la segunda fase los primeros de cada grupo. Luego, los 32 clasificados, siguiendo la metodología actual de juego, o sea, fase de grupos, (lo que podría denominarse segunda fase de grupos), luego octavos, cuartos, semifinales y final. La fiesta sería más fiesta, y más mundial. Duraría un mes mas, (días mas, días menos), pero naciones con muchos millones de habitantes llevarían miles de hinchas al país organizador y los derechos de televisación se venderían al mundo entero y no como ahora que, aunque sea visto por países no participantes, la audiencia mayoritaria está solo en 32 países los que no siempre son los mas poblados. Con ello, además del beneficio económico, tendríamos un importante beneficio deportivo ya que, por ejemplo, los espectadores no nos perderíamos de ver a jugadores de alto nivel, (sucedió con Ibrahimovich de Suecia, con Bale de Gales y con Paolo Guerrero de Perú,  entre otros, en este último mundial) a raíz de que sus respectivas selecciones no lograron clasificarse entre los 32 participantes. Y, además, incentivaría la práctica del deporte en regiones en las que no está tan popularizado. Y si no se ocupa la F. I. F. A. de eso, ¿quién otro va a hacerlo? Queda la pregunta, No soy Blater. Ahora si, cierro el paréntesis.
Francamente, creo que si todos partiésemos en la vida de condiciones similares. Si las ganancias se repartieran de un modo verdaderamente equitativo, esto tendría como correlato en un mediano plazo una vida digna de ser vivida por cualquier humano del planeta, una vida sin privaciones, sin analfabetos ni semi analfabetos, sin drogas, sin pobres, sin barrabravas que nos hacen avergonzar ante el mundo. Es más, si nuestro nivel cultural e intelectual fuese todo lo elevado que debería, de acuerdo a la cantidad de años que tenemos de historia los humanos, el fútbol ocuparía un lugarcito más en nuestras vidas, y no nos llevaría a la locura, los desmanes, la muerte y los delitos a los que nos lleva en esta actualidad en la que muchos parecen ser mas hinchas de su hinchada que de su equipo, como si los partidos pudiesen ganarse desde la tribuna, confundiendo pasión con fanatismo y ceguera. Festejaríamos o nos amargaríamos, pero solo hasta 15 minutos de finalizado el partido, y punto. Bromas a los amigos, nada más. Debates de café. No enfrentamientos armados.
En cuanto al fútbol de cada país, creo que si todos partiésemos de condiciones similares, todas o casi todas las finales serían Argentina-Brasil. Y, con perdón de los vecinos, ganaríamos la mayoría de ellas. No habría celebraciones en Berlín, ni patéticos borrachos festejando un segundo puesto en el obelisco.
La raza humana tiene mucho por aprender, por mejorar y por hacer y, hasta de algo relativamente secundario como un encuentro deportivo se pueden sacar conclusiones y enseñanzas. Dependerá, como siempre, de cada uno, de nuestro pensamiento, nuestra reflexión y nuestra posterior acción individual y colectiva, saber interpretarlas y aprovecharlas, para el bien del fútbol y para el bien de todo lo demás, lo que es decir, para el bien de todos nosotros.